miércoles, 10 de noviembre de 2021

El Cristo de Durazno

El Cristo de Claudio Silveira Silva, artista plástico uruguayo, nacido en Río Branco, 1935, y fallecido en Barcelona, 2007. 

La obra se denomina "Cristo en la Cruz" y es una talla de madera policromada, instalada en 1971 en la nave principal de la Iglesia de San Pedro, como parte de la reconstrucción de ésta luego del incendio sufrido en 1967, y retirada en forma arbitraria por orden del sacerdote colombiano Ramiro López en 2005.



El siguiente es parte de un trabajo del autor dentro del curso de Teología Fundamental realizado en el Instituto Superior Marista(ISMA), Buenos Aires, Argentina, 2013.


Sobre la obra

Se trata de una imagen de Cristo en la cruz que se diferencia de las tradicionales en que Cristo está con los brazos en posición vertical, a los lados del cuerpo. Según el autor, se trata del mismo Cristo elevándose, ya resucitado, lo que configura una obra bastante poco común en la escultórica universal.

Tallada en madera de naranjo, traído desde el Brasil, tiene una altura de algo más de 5 metros y un peso mayor a los 1000 kilogramos.

A pesar de la polémica generada cuando fue instalado, y luego en 2005 cuando fue bajado de la nave principal de la Iglesia de San Pedro, la obra intenta representar a Cristo ascendiendo a los cielos, es también un Cristo no crucificado, la vertical de la cruz es un árbol y la horizontal es otro, de madera de naranjo. Según Silveira Silva, un Cristo con manos grandes como símbolo de los obreros explotados y hambreados del mundo.

Es una imagen que trasmite una paz muy grande, además de sencillez y totalidad, lo absoluto desde la modestia de una figura humana desgarbada que muestra lo óseo a través de la piel, trasciende como Cristo a la misma muerte y da una plenitud de vida, de entrega y de sacrificio.

Sus manos no son manos crucificadas, son manos de haber sabido vencer el martirio y a la muerte. Son manos que se mantienen preparadas para ascender, de quien ha cedido su voluntad y espera a hora la de Aquel al que está confiado.

Su gesto de pasividad deja entrever una entrega total, una confianza absoluta, nos muestra "cómo" se debe caminar hacia Dios.

Los pies, levantados de la tierra, se preparan para la Ascención. 

Una imagen imponente y presencial de Cristo, que enseña sobre la dimensión infinita del Dios al que se entregó y del cual fue vehículo de salvación y liberación.

Las escultura nos habla sobre Dios en el plano de lo supremo, de lo sacro y de los religioso y es tan impresionante como lo es el amor entregado por Él a todos los hombres.

El autor nos habla con el lenguaje del arte que evidentemente tiene sus limitantes. A partir de las convenciones estéticas nos brinda la posibilidad de experimentar sensaciones, que en el caso de las personas de fe puede iluminarnos sobre la trascendencia de valores que el autor quiere comunicar, y de otros que nos importan desde la perspectiva de la contemplación.

Como dice von Balthasar, no hay palabra para condensar la esencia de Dios, y aquí, más allá de las palabras está lo plástico, formas y colores que intentan capturar desde lo simbólico algo de esa imagen de Dios para el creyente, y quizás otra diferente sin prescindimos de la fe.

El autor utiliza colores no convencionales (rojo, verde, entre otros), la madera tallada y desnuda del naranjo, y la figura de un Cristo que expresa otras muchas cosas a descubrir frente a la obra misma.

El arte da una posibilidad distinta, quizás se combina con la fe para elevar nuestra visión de Dios, que sigue siendo mínima de ese todo inabarcable pero que se propone como una instancia de disfrute para los sentidos, y de motivación para nuestra íntima búsqueda de certidumbres.

Finalmente, citando al teólogo uruguayo Juan Luis Segundo, si "teología es el esfuerzo intelectual que hace el creyente para comprender su fe, para saber lo que ésta significa", entonces mediante la interpretación del lenguaje del arte, y más allá de subjetividades, tanto del artista como del espectador,  esta contemplación del Cristo de Claudio Silveira Silva es demostración de que las obras de arte sacro incitan a esa meditación interior desde lo estético hacia la confirmación de la fe.


Carlos Fariello (2013)



viernes, 8 de octubre de 2021

DURAZNO 200 AÑOS - DEL DESTINO HISTÓRICO HASTA EL PRESENTE



Este año la ciudad de Durazno conmemora dos siglos de fundación de lo que fue, en un principio, la Villa de San Pedro del Durazno, hecho que ocurrió según nos cuenta la historia un 12 de octubre de 1821.

El Gral. Fructuoso Rivera, uno de los militares que junto con Lavalleja fue heredero del proceso iniciado por los orientales al mando de José Artigas diez años atrás, ya se potenciaba como organizador del tramo final de la lucha contra los portugueses.
En 1821, en época de la llamada Provincia Cisplatina, el gobierno comisiona a Rivera fundar un centro poblado en la zona central del territorio de la Provincia Oriental. La fundación de la Villa de San Pedro se formó con el objetivo de juntar gente dispersa en el interior de la provincia después de la guerra. La novel población se ubicó en el valle de inundación del Río Yí.
Escribe Fructuoso Rivera al respecto “la villa del Durazno debe su fundación a la necesidad reconocida por el gobierno portugués de reunir en un punto del estado diversas familias que, a falta de terrenos propios y de medios para adquirirlos se veían expuestas a una miseria peligrosa y formar una barrera contra la invasión de los indios salvajes y cuartel de policía rural”.
Como los primeros roles y funciones del centro poblado estuvieron ligados a la existencia del llamado “Paso del Durazno”, la ciudad se implantó sobre las tierras altas más próximas al mismo, aplicando los sabios principios de las Leyes de Indias: lugar alto, ventilado, con aprovisionamiento posible de agua.
La villa creció lentamente, ocupando las manzanas de su trama en cuadrícula, igualitaria y abierta hacia los horizontes. El trazado de la misma se encarga al ayudante mayor Pedro Delgado y Melilla, el cual la proyecta en damero con la plaza principal ocupando una de las manzanas.
El reparto de tierras de labranza y pastoreo también se efectúan al sur del río Yí. Quiso el tiempo que se fuera conformando una sociedad cosmopolita con el aporte de la inmigración de origen europeo y los vestigios de los pueblos que originalmente habitaron la zona. Merece destaque la presencia de indios guaraní misioneros que fueron llegando en décadas posteriores.
El "Departamento de Entre Ríos Yi y Negro" o "Departamento de San Pedro del Durazno", que en el devenir histórico recibirá la actual denominación de Departamento de Durazno, denominación que trajo a la toponimia nacional la poética presencia del árbol, la flor y el fruto, al decir de Luis Fernández Baltasar.
Durante el primer siglo, fue su historia la de la Patria misma, con sus luces y sus sombras. Sede de la segunda presidencia de Rivera, en marzo de 1839, y punto estratégico que luego perdió protagonismo cuando el país se extiende en su organización política e institucional.
Reside en su territorio un lugar geográfico donde un hecho importante marcará el nacimiento de las divisas políticas fundacionales en la Batalla de Carpintería en 1836.
La sociedad que dio a Durazno sus señas de identidad en la integración de la República luego, es el resultado de una construcción en base a fenómenos y acontecimientos que se sucedieron y que fueron definiendo, si se puede decir así, “su forma de ser”.
La llegada del ferrocarril en 1874 abre un nuevo horizonte para las comunicaciones y el asentamiento de nuevos pobladores de origen inmigrante.
El aporte inmigratorio fue de tal importancia que la identidad duraznense se construyó, al paso del tiempo, sobre otras identidades culturales que le confieren un carácter diverso y plural.
Recordamos a aquellos primeros criollos y descendientes de pueblos originarios, y los españoles, italianos, vascos, franceses, llegados en los barcos al Plata, y luego los inmigrantes sirios, libaneses y judíos, que se incorporaron a la población siendo ciudadanos trabajadores y virtuosos de talante positivo y de obrar patriótico.
La Villa del Durazno pasa a la categoría de ciudad por decreto del gobierno del José Batlle y Ordóñez, de fecha 13 de junio de 1906.
En Durazno, varios vecinos de genuino compromiso con el desarrollo del solar hicieron posible el crecimiento de la ciudad, su conformación como urbe y la integración de servicios para la población, además de dotarla de un entorno urbano acorde a los tiempos y a los estilos de la arquitectura de entonces.
En diversas áreas del trabajo y del conocimiento, y de la cultura, Durazno tuvo importantes aportes de muchos de sus hijos, tanto propios como adoptivos.
En la música y las letras, la plástica, la ciencia y tantas otras disciplinas humanísticas, son varios los nombres de duraznenses que ya han pasado a la posteridad como referentes, incorporados a una memoria siempre recordada y vigente. Una memoria plena de valores que nos definen, al tiempo que también nos identifican.
El tiempo, en su transcurrir, fue dejando la impronta de varias generaciones de duraznenses que fueron construyendo la ciudad del presente.
Es importante destacar algunas figuras como los Penza y su preocupación por construcciones y creación de espacios en la ciudad, el apoyo a causas de noble filantropía y el mecenazgo a la cultura.
Los primeros educadores y la génesis misma de la educación nacional desde la presencia de José Pedro Varela en 1878, en los albores de la reforma por él impulsada hasta la concreción del primer liceo popular, y décadas después el primer instituto normal no oficializado para la formación de los maestros bajo la guía de María Emilia Castellanos.
La contribución a las ciencias en las figuras del doctor Miguel Rubino, en el campo de la medicina veterinaria y el desarrollo de vacunas, y de Antonio Taddey como el fundador de la antropología nacional.
Las letras en la voz de Odila Revello, la primera poeta de Durazno, la figura de Carlos Scaffo y de Jorge Echenique Flores, escritores y docentes; la dramaturgia de Orlando Aldama, y el teatro independiente con Rosina Sosa.
El inicio del movimiento coral de masas en el interior con Raúl H. Evangelisti; las guitarras de Julio Martínez Oyanguren y Baltazar Benítez, y el piano de Ceferino Alburquerque recorriendo el mundo con el ritmo del jazz.
La música popular con César Zagnoli, Pascual Navatta y sus hijos, Pedro Larrique, los Hermanos Santini, Mario y Carmen Vidalín, Pedro Machín, Weisman Sánchez Galarza, y la creación del mayor Festival de Folklore del Uruguay ya hace casi cinco décadas.
La recuperación y promoción de la cultura de origen afro, la reivindicación de sus creadores locales y la proyección de la misma en las Llamadas del Interior.
Las creaciones de la plástica con Adolfo Pastor, realizador del escudo de Durazno, la obra de un duraznense por adopción como Claudio Silveira Silva de proyección mundial; la escultura con Bernabé Michelena, entre tantos otros insignes artistas.
La enumeración de todos los creadores sería extensa, y vale reconocer la presencia de varios duraznenses en el concierto internacional y en diferentes áreas de la ciencia y el intelecto.
Hoy Durazno vuelve a mirarse en el espejo de su pasado pleno de realizaciones, no para vanagloriarse sino para proyectarse en un futuro donde se continúe con esa imperiosa construcción permanente y obligada que recoja el espíritu de aquellos fundadores.
Los sucesos de la historia, tanto en la escala de lo macro como en las múltiples historias de lo cotidiano y de lo doméstico nutren la realidad presente que se abre hacia el inicio del tercer siglo.
Este bicentenario es una oportunidad para pensar nuevas ideas de desarrollo y de progreso, de bienestar y de justicia, y para emprender otro nuevo tramo de una historia que nos contiene y nos compromete.
Carlos Fariello
Octubre de 2021

sábado, 14 de agosto de 2021

CUANDO DOS DURAZNENSES CRUZARON VOLANDO A BUENOS AIRES

 

    Escribe Carlos Fariello


El 12 de agosto de 1943 dos aviadores civiles locales formados en el Aero Club de Durazno unieron, en un avión liviano, nuestra ciudad con la Argentina.

Avelino Abi Rached, comerciante y Raúl Martínez Fernández, empleado del Registro, habían obtenido sus brevets de pilotos a comienzos de la década de 1940 luego de recibir instrucciones del aviador Nilo Ariel Zerpa, responsables de los cursos en la institución citada.

La empresa fue planificada al detalle hasta que en la mañana del 12 de agosto partieron desde el aeródromo en Santa Bernardina a bordo de un modesto avión Taylocraft de fabricación norteamericana al cual habían identificado con el nombre “Alas de paz”.



Según testimonio de uno de los pilotos, el día se presentó luminoso y con un cielo claro y despejado lo que favoreció la travesía.

Abi Rached y Fernández volaron siguiendo una hoja de ruta más orientados por la brújula y cierta intuición en una época donde el instrumental de la aeronave era mínimo. Pese a ello lograron aterrizar en el aeropuerto de la capital argentina luego de poco más de dos horas de vuelo.

El viaje de regreso lo realizaron en la tarde.

La osadía de los dos duraznenses puso a prueba, incluso, la sapiencia del instructor que formó en esos años a más de treinta pilotos civiles.

Un hecho que hace a la historia de la aviación civil local y que pone de manifiesto cierto espíritu romántico máxime cuando la tecnología era escasa y poco común en este tipo de actividades.

En 1924, los aviadores militares Berisso y el duraznense Mario Walter Parallada habían unido nuestro país con Buenos Aires, aterrizando en el campo militar de El Palomar, luego de cruzar el Rio de la Plata.

lunes, 9 de agosto de 2021

LOS "BAISANOS" DE MI BARRIO

 Algunos inmigrantes sirio -libaneses y sus descendientes


    Escribe Carlos Fariello

“Turco vende barato, beine, beineta y beinilla”

Durazno, como todo pueblo del interior, fue solícito en la recepción de una corriente inmigratoria de características muy peculiares, nos referimos a aquella proveniente de regiones del mundo árabe, en especial los llamados por una cuestión histórica y circunstancial “sirio – libaneses”, que en realidad son sirios o libaneses, según el caso.
Esta es una breve recorrida por mi barrio donde se afincaron numerosas familias de este origen que llamamos, todavía hoy, “turcos” y que nada tienen que ver con esa otra nacionalidad.
Los “baisanos” de mi barrio se caracterizaron por tener, entre otros comercios, tiendas que conocí por los años 60: “La Piedad”, “El Obrero”, “La Primavera”, y “La Alegría”.
A la primera la recuerdo en la esquina de las hoy calles Brig. Gral. Oribe y 4 de octubre de 1828 (antes se llamaba Florida). La tienda fundada por don Mateo Azzíz (de origen sirio) con la colaboración de su esposa doña Saturna Jozami, luego continuada por su hijo Mateo y su esposa Nelsis Jatón, y luego por sus hijos Liliana y Jorge.
Sus hijos: Mateo; José María (“Chengo”); Néstor, un reconocido científico a nivel internacional; Maria Élida (“Maruja”) y María Esther (“Chichí”).
Por calle Oribe, frente a lo de Ltaif, vivió luego de quedar viuda de Mateo Azzíz, Doña Sartuna con una de sus hijas, María Elida, y sus dos hijos Susana y Sergio Coore Azzíz.
Salomón Chaoud y Marta Nasrala (de origen libanés) tuvieron una tienda que se llamó “El Obrero” en la esquina de Oribe y Rubino, firma luego continuada por sus hijos Néstor, David (el “Negro”), Faride y Raquel, y hoy por su nieto Daniel. Mientras que Sirio, su otro hijo, se dedicó a un comercio particular como lo fue el más grande local de venta y canje de revistas durante años, “El árabe”, en calle Rubino casi Oribe, y luego kiosko en Plaza Independencia.
En la esquina de las calles Oribe y Batlle y Ordóñez, Julio Azzíz tuvo junto a su padre Antonio Azzíz (hermano de Mateo Azzíz), la tienda “La Primavera”. Julio estaba casado con Faride Mansur, ambos nacidos en Siria.
Antonio vino de Siria en el año 1928 y en 1940 abre su propia tienda. En 1950 la tienda se instala en el local antes citado.
Julio llegará en 1953 con su esposa Faride y sus hijos María y Elías.
La tienda “La Alegría”, estaba en la esquina de Arrospide e Ibiray (hoy Wilson Ferreira Aldunate) y era de propiedad de Rayi Chaoud.
Frente a mi casa de la calle Eusebio Píriz al 600, vivían los Jottar, cuyo apellido original era Guttar, una familia de origen libanés con sus hijos Abdo, Elías, Alicia e Isabel.
El matrimonio libanés lo integraron Fortunato Jottar y María Al Becher Abi Fadel a quienes no conocí
Abdo y Elías eran de profesión peluqueros y tenían en su casa una barbería donde atendía Elías al público mientras Abdo lo hacía a domicilio.
Alicia es la madre de Ruben (“Negro”) y Roberto (“Pocholo”) Méndez Jottar.
En lo de Jottar pude escuchar por vez primera música árabe en vivo a través de un trío de ejecutantes de oud (laúd árabe), violín y un instrumento de percusión llamado derbake, además de degustar las exquisiteces de la cocina oriental que hacía Alicia.
Eran anfitriones, una vez al año, del padre maronita Elías Salemi quien llegaba desde la parroquia Nuestra Señora del Líbano de Montevideo, y daba una misa para todos los integrantes de la colectividad en la Parroquia San Pedro, siguiendo el rito oriental.
En la calle Nogueira esquina Santiago Vázquez (hoy 25 de Agosto), el “Beto” Baliz tenía su bar “La Porteña”, frente a la Usina de la UTE. Lugar de timba y copas. Baliz tenía una larga prole de la cuál algunos hijos todavía viven en ese barrio.
Otro baisano con bar fue un tal “Jandú” Nadruz en el local donde hoy está un templo evangélico, en Morquio e Ibiray.
Los Ltaif por su parte vivieron en el barrio, casualmente en la segunda casa donde viví hasta los treinta y un años, frente a lo de Jottar.
Salim Ltaif había llegado del Líbano en 1924 con su esposa Zeía Ziede (a quien llamábamos Doña Lucía). Tuvieron tres hijos José, Víctor y Salvador. Pasando luego a vivir en calle Oribe casi Dr. Morquio.
A la vuelta de la casa de la familia Ltaif, la familia Nossar – Lafluf, los padres, entre otros, de Pablo (“Quelo”) y Alberto, y en frente, en la esquina de Oribe y Morquio, la casa de la familia Nossar – Zerpa, los padres entre otros de Daniel y Miguel Nossar.
Don Felipe Nossar, fue en sus inicios propietario de coche con taxímetro y luego con un ómnibus que recorrían la ciudad, además un apasionado del automovilismo.
En la otra cuadra de calle Oribe, antes de llegar a Arrospide, la tienda de Nicolás Nadruz, su padre Jorge Nadruz había llegado a Montevideo en el año 1898 y allí se casó con Julia Zaidán, de su matrimonio nacieron Julia, Jorge, Amado, Juana, Victoria Dalel, Irma Rahme, Nicolás, Olga, Emilia Rosa y Siria Lydia.
Por calle Zorrilla, casi Arrospide la otra familia Nadruz cuyo principal era don David, padre entre otros de Eduardo, Carlitos, el “Toto”, “Chaparrón”, y dos hijas. Vecino de éstos Badí Nadruz, quien fuera vendedor en la campaña, padre de Sirio, Javier y Raquel.
Por calle Eusebio Píriz, al lado del Mercado, vivió Fortunato Schluk.
Otra familia que no alcancé a conocer, pero sí a algunos de su descendencia fue la familia Belhot, - Abraham Belhot y su esposa Catalina Narez- que se puede ubicar su llegada en 1908. De ella descienden Eduardo Belhot Pettuto, y de otra rama, los hijos de María Bauzá: Adolfo, Catalina y David Belhot Bauzá.
Tampoco escapan a mi recuerdo Alfredo y Carlos Julián, hijos de don David Julián. Recuerdo también a Maruja Julián, hermana de David que vivía por la calle Morquio, casi Eusebio Píriz, a la vuelta de mi casa.






lunes, 2 de agosto de 2021

Durazno y sus cafés - EL "LONDRES"



   Escribe Carlos Fariello

En calle 18 de Julio 442, a mitad de cuadra entre las hoy calles 19 de Abril y Dr. Herrera, existía en forma contemporánea al “Centenario”, el Café “Londres” propiedad del señor Rogelio T. Porley, frente a la Plaza Sarandí.
El café incluía además, servicios gastronómicos tales como fabricación de sándwiches, postres, cocktails, helados, y según un aviso, el expendio de la mejor cerveza tipo chopp del departamento.
También incluía en su salón cuatro billares y el mostrador se encontraba al fondo del salón. A la entrada, a la derecha, se ubicada una especie de salón separado con una baranda.
El “Londres” contaba con orquestas que actuaban en diferentes horarios, por ejemplo en la hora del aperitivo, entre las 19 y las 20 y 30; y también entre las 21 y 30 y las 24 y 30.
El café “Londres” funcionó hasta el 7 de diciembre de 1939 y el local pasa a ocuparlo el “Centenario”.
Un aviso de 1929 rezaba lo siguiente: El frente de la Plaza Sarandí estará todas las noches profusamente iluminado, además estará provisto de sillas y mesitas, de donde las familias podrán oír cómodamente las hermosas audiciones que realiza la orquesta del “Londres”.



En el local citado, luego del café "Centenario" estuvo la mueblería de Luraghi y Filippini, y luego en el mismo rubro la de Abraham Bekerman.
En 1971 se instala allí el Banco Ubur, a partir de 1975 La Caja Obrera y actualmente la sucursal del Banco de Santander.

Tomado de Cafés, bares y confiterías del ayer duraznense, de Julio Reyes y Carlos Fariello, 2019

Durazno y sus cafés - EL "CENTENARIO"

 


En la década de 1920 en la esquina de las hoy calles 18 de Julio 402 y 19 de Abril, existía el Café “Centenario”.

El local había sido propiedad de sucesores de la familia de José María Ranero, un inmigrante de origen español que había tenido una tienda llamada “La Sirena” en 1887. En ese local también estuvo la tienda “La Palma” de Domingo Bocchiardo que en 1925 se muda a la esquina de las calles 18 de Julio y Yí (luego Zorrilla de San Martín, y que posteriormente tomara el nombre de Emilio Penza)

 

En el año 1926 ya existía el café “Centenario” que era de propiedad de Carlos Bossio Servetto.

En 1929, Bossio le vende las existencias a Domingo Cu­ruchet quien continúa con el emprendimiento con el mismo nombre de café “Centenario”.

 

El local del café “Centenario” poseía tres puertas por la ca­lle 19 de Abril, de las cuales se abría sólo una en verano, y dos puertas que daban a la calle 18 de Julio. La puerta más a la iz­quierda respecto de la esquina era la entrada principal del café, enfrentada al mostrador que ocupaba casi toda la pared paralela a 19 de Abril, dejando una estrecha pasada para los baños.

Hacia la derecha, por la puerta más cercana a la esquina, se ingresaba al salón donde destacaban las mesas de madera, con sus sillas, y un delicado mantel en cada mesa. Sobre 19 de Abril, en el interior del local había cuatro mesas para el juego del billar con sus respectivos artefactos de iluminación y tableros para los tacos, la pizarra y los ábacos.

 

El “Centenario” por su parte, en la época veraniega, insta­laba un tinglado en la plaza Sarandí, por la noche, con orquestas que actuaban interpretando tangos y otros ritmos como paso­dobles, fox-trots, etc..

 

El 7 diciembre de 1939 Curuchet compra la propiedad donde estaba el café “Londres”, 18 de Julio 442, inmueble que había sido de Ro­gelio Porley quien había cerrado dicho café y había pasado a gerenciar el restaurante y cantina del Club Uruguay.

En 1940 el café “Centenario” continúa sus actividades en este nuevo local hasta el año 1942.


Tomado de Cafés, bares y confiterías del ayer duraznense, de Julio Reyes y Carlos Fariello, 2019

viernes, 2 de julio de 2021

TESTIMONIOS SOBRE ANTISEMITISMO EN DURAZNO



El interior vivió́, como todo el mundo, los avatares de la última contienda mundial que produjo coletazos en la sociedad uruguaya, y que también en ciudades y pueblos se vivieron diferentes episodios, algunos incluso dramáticos como la asonada fascista en Durazno, del 29 de junio de 1941.

Este hecho, que se dio en el marco de una actividad organizada por un núcleo de inmigrantes y sus descendientes, de origen italiano, y que publicitaba un almuerzo para recaudar fondos para la Cruz Roja Italiana, en realidad fue un acto de adhesión al régimen musoliniano con el cual simpatizaban muchos de aquellos extranjeros y sus familias.

Lo dramático, además del enfrentamiento entre duraznenses, desde los días anteriores al 29 de junio, estuvo dado por el saldo de un ciudadano inocente muerto y varios heridos, más los disturbios que se sucedieron en los días siguientes y que escapan al alcance de esta crónica.

Cuando se declara la II Guerra Mundial las familias judías establecidas en Durazno no llegaban a una decena, llegadas por el año 1934.

Hay varios testimonios recogidos, ya pasadas varias décadas después de sucedidos, de hechos donde algunos ciudadanos se arrogaron el derecho de señalar a otros por ser diferentes en claras actitudes de intolerancia y discriminación.

Nos referiremos a como los inmigrantes de origen judío vivieron esos complejos años en una ciudad de apariencia tranquila y pacífica.

El clima que se vivía en el país llevaba a la preocupación de los integrantes de esta colectividad y a cierta minimización de su importancia por parte de las autoridades.

“El antisemitismo también tuvo sus representantes en nuestro país y la propaganda antijudía no se limitó́ a quedar escrita en la prensa, sino que existieron varios grupos políticos dispuestos a concretar verdaderos pogromos ...”

Las manifestaciones antisemitas no se expresaron sólo en los diarios “La Tribuna Popular” o “El Debate”. Existieron leyendas en las paredes (“el judío es más dañino que la sandía con vino”), volantes que se hacían circular entre la población alertando de la inmigración (“¿El Uruguay, futuro Estado judío?”) y publicaciones de listas de comerciantes judíos junto a advertencias del tipo “No compre a judíos”.1

Ya antes del inicio de la guerra y bajo el gobierno de Gabriel Terra, hubo presencia de un núcleo nazi en la localidad de Rincón del Bonete.

“En el año 1937, en la escuela rural No. 56 de Rincón del Bonete, en el departamento de Durazno, donde los alemanes estaban construyendo una presa hidroeléctrica sobre el Rio Negro, izan junto a la bandera uruguaya, la bandera nazi con la esvástica. Esta escuela funcionaba en la mañana con 35 alumnos alemanes y en la tarde con alumnos uruguayos.

 

Un ingeniero alemán de apellido Schmidtlein estaba a cargo de las actividades del Partido Nacional Socialista en Rincón del Bonete. Una investigación parlamentaria en 1940 pudo comprobar la existencia de actividad prosélito nazi en el lugar.”2

Los judíos que vivían en Durazno se dedicaban a diferentes actividades dentro del ramo del comercio e incluso los había que ejercían trabajos más artesanales como la confección de prendas de vestir, tintorería y arreglos de calzado.

En una zapatería de propiedad de un inmigrante rumano de apellido Mendelsohn se dieron algunos episodios de antisemitismo. Se le increpaba al comerciante por su origen por parte de ciudadanos que mostraban simpatías por el nazismo, e incluso por parte de algunos inmigrantes españoles que habían sentido beneplácito por el dictador ibérico.

 

Un día, una pared del comercio, ubicado en la zona céntrica de la ciudad, en la esquina de 18 de Julio y Penza, amaneció́ pintada con alquitrán con la frase “No le compren al judío”.3

El sentido común y la caballerosidad de Mendelsohn para con el público le permitió́ superar estos desagradables momentos y seguir adelante con su actividad comercial.

También hubieron, otros inmigrantes de esta colectividad de los cuales se conocían sus observancias de las reglas religiosas, cerrando sus comercios en las fechas del calendario judío, que eran objeto de burlas y de insultos a la puerta de sus lugares de trabajo, como es el caso del tintorero judío ubicado en 18 de Julio al 587.

 

En los juegos de niños incluso, se llegó́ a ridiculizar a los varones por haber sido circuncidados a poco de nacer, como es la tradición.

Hay un testimonio de algunas mujeres, hijas de familias judías, que concurrieron a la misma escuela pública, y que, en ese entonces, a la hora del recreo, en el patio de la institución, eran rodeadas por otras y recibían lo que hoy denominamos bulliyng.4

En esas situaciones las chicas no respondían a las provocaciones pues en sus familias les había inculcado normas claras de cómo actuar en esas situaciones sin magnificar el tema, luego en el seno del hogar.

En conversaciones, en diferentes ámbitos, se hablaba del acierto de estos inmigrantes en sus actividades comerciales y también en otras como sociales y deportivas, pero se dejaba caer, como si fueran portadores de un estigma, la frase “pero, son judíos”.

 

No obstante ser Durazno una sociedad con un alto sentido de la educación y de los valores humanos y universales, en ese periodo, el enfrentamiento entre diversas formas de pensar y de vivir llevó a la sucesión de episodios infelices como los narrados.

Una época oscura donde unos pocos ciudadanos cayeron en el desacierto de señalar con el dedo a otros semejantes.

 

 

 

1 Alpini, A. “Uruguay en la era del Fascismo”, revista Relaciones, Montevideo

2 Fariello, C., Los judíos del Durazno, Tierradentro ediciones, 2016, Montevideo, pagina 53.

3 Testimonio de Eduardo Mendelsohn

4 Testimonio recogido por el autor en conversaciones con descendientes de varias familias judías.